Olea europaea, el olivo, es una especie increíblemente bien adaptada a un clima seco y duro. Este árbol supone un importante valor económico en el mundo de la agricultura. Su especial fisiología vegetal, sin embargo, hace que sea imprescindible conocer adecuadamente sus necesidades de riego y la mejor manera de cumplirlas.
¿Por qué es importante el riego en el cultivo del olivar?
A pesar de que como especie su capacidad de resistencia a la sequía es muy positiva, como árbol frutal es necesario controlar adecuadamente la cantidad de agua que le llega. Si no fuese suficiente, por ejemplo, la planta no encontraría las condiciones necesarias para su reproducción y, por tanto, no florecería ni fructificaría.
A pesar de que los árboles pueden resistir sanos un largo periodo sin agua, si queremos obtener una producción adecuada, hay que regular el riego. Esto también funciona en el sentido contrario: un exceso ahogará las raíces del olivo, produciendo un estrés que reducirá la cosecha o, incluso, matará el cultivo.
Sistemas de riego según el tipo de olivar
Por lo que hemos visto, conocer los sistemas de riego del olivar es crucial para atender adecuadamente a la plantación. Así, mientras que recién trasplantados, estos deben tener un suelo húmedo constante, una vez que ya se han adaptado, han florecido y queremos que produzcan aceitunas, el riego del olivar debe mantenerse constante, aunque no en exceso.
Para conseguir un buen sistema, aunque el riego tradicional del olivo es eficaz, los riegos por goteo se han vuelto muy populares por su mayor control en el agua que se aporta, así como la forma paulatina de riego y las bajas pérdidas por evaporación o escorrentía.
Necesidades hídricas del cultivo del olivo
El control del riego es, probablemente, uno de los apartados más importantes del cultivo del olivo. Cumplir adecuadamente con sus necesidades hídricas supone aumentar hasta un 150% la producción, mientras que no hacerlo puede resultar desastroso para la cosecha.
En general, por debajo de los 800 mm de precipitación anual, el riego se hace necesario para asegurar el fruto y su calidad. El riego comienza en primavera, se incrementa en verano y desciende a partir de la maduración, durante julio y agosto.
La cantidad de agua también depende del tipo de olivar. Así, el 76% de los olivares de España se clasifican como olivares tradicionales, de baja densidad de árboles (entre 80 – 120 olivos por ha.) y la dotación de regadío suele ser baja. En el caso de los olivares de alta intensidad (de 200 a 2000 olivos por ha.) la mecanización y el regadío especializado se hacen necesarios.
Así, en este tipo de olivares se suele ver el regadío por goteo altamente tecnificado, lo que impulsa un aumento de producción de forma drástica.