Las enfermedades, así como la acción de agentes externos como bacterias, hongos y animales, han afectado a los cultivos desde que el hombre comenzó a destinar recursos a sembrar y trabajar la tierra. La aparición de malas hierbas, roedores, insectos, moluscos o ácaros, entre otras formas de vida animal o vegetal, suponen un elevado coste en términos sanitarios y económicos que es imprescindible rebajar. De ahí que surja la necesidad de recurrir a la utilización de productos fitosanitarios, que se destinan a preservar la producción, el almacenaje, la distribución y el transporte de todo tipo de productos de tipo agrícola y de otros procedentes de ellos. Su fin es, también, proteger la salud pública.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) incluye dentro de los productos fitosanitarios a coadyuvantes, desecantes, defoliantes y fitorreguladores, como las fitohormonas que se emplean para regular el crecimiento de las plantas. La diferencia básica entre los productos fitosanitarios y los plaguicidas es que ésta última definición es un término que engloba a utilizaciones de sustancias no agrícolas o vegetales, como son los biocidas (físicos, biológicos o químicos).
Debido a que la utilización más habitual de los plaguicidas es como productos fitosanitarios, los dos términos suelen utilizarse de manera idéntica. En términos más amplios, entran dentro de la categorización de fitosanitarios aquellas sustancias, o mezclas de varias sustancias, que sirven para impedir la generación de enfermedades y plagas, así como para destruirlas, combatirlas o atraerlas.
¿Cuáles son los beneficios de los fitosanitarios?
Las estimaciones realizadas por algunos actores del sector, como la Asociación Europea para la Protección de las Plantas (European Crop Protection Association – ECPA por sus siglas en inglés), señalan que los productos fitosanitarios impiden que cada año se produzcan descensos en la producción de vegetales y frutas, fibras y forrajes, en todo el mundo, de entre el 30 y el 40%.
La lucha contra la acción de las plagas permite que el sector agrícola, en su conjunto, mantenga una producción elevada y constante, contribuyendo a la reducción los costes que debe afrontar el consumidor final para adquirir esos alimentos y haciéndolo de tal forma que se garantice la calidad de los cultivos, y tanto la salud como el bienestar de la humanidad. Esta rebaja en los costes hace posible, además, que el total de la población del mundo pueda permitirse el acceso a estos alimentos.
La industria dedicada a la protección de cultivos mediante el uso de productos fitosanitarios pone en marcha soluciones basadas en la investigación y el desarrollo, así como en la aplicación de estudios científicos, para asegurar que los cultivos estén sanos, favoreciendo la obtención de un suministro de alimentos que resulte seguro y saludable, además de sostenible y asequible para los ciudadanos. El uso responsable de tecnologías de protección de los cultivos es útil para fomentar una agricultura sostenible y con los mayores estándares de seguridad alimentaria.
Las estimaciones de crecimiento de la población mundial hasta los diez mil millones de personas para el año 2050 hacen que la seguridad alimentaria se haya convertido en uno de los pilares básicos para la industria que se dedica a la industria de protección de cultivos mediante el uso de productos fitosanitarios. Gracias a su correcta aplicación, sus beneficios frente a plagas y otros agentes hacen que los rendimientos que los agricultores son capaces de obtener puedan aumentar de manera significativa.
Beneficios para el medio ambiente
En cuanto al medio ambiente, los plaguicidas pueden generar un impacto positivo y hacerlo de manera considerable, puesto que reducen el volumen de agua por cosecha que se requiere en comparación con aquellas cosechas que no los emplean. Por otra parte, cultivar cosechas más eficientes reduce las emisiones de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera y contribuye a reducir el efecto invernadero.
¿Cómo se puede equilibrar el hecho de obtener altos rendimientos productivos en materia alimentaria y, al mismo tiempo, asegurar el menor daño posible al medio ambiente? En primer lugar, hay que subrayar que el uso de plaguicidas y productos fitosanitarios, en contra de lo que en muchas ocasiones se plantea, puede resultar beneficioso para proteger la biodiversidad. Un buen ejemplo de ello es que, realizando un buen uso de ellos, es posible reducir la necesidad de la labor de labranza, contribuyendo de esta manera a rebajar las emisiones de CO2 a la atmósfera porque no se emplean vehículos mecánicos y porque los agricultores, al no tener que arar, no favorecen la liberación de nitrógeno en el aire, lo que en última instancia conduce a disfrutar de suelos más sanos.
Los distintos usos de productos fitosanitarios
La industria agroquímica ha realizado distinciones claras entre diferentes tipos de productos fitosanitarios, como pesticidas, fertilizantes y bioestimulantes. Estos últimos encajan en una especificación de productos que aumenta el rendimiento de los cultivos, pero ni controlan el estrés biótico, como los pesticidas, ni aportan ventajas en nutrición elemental, como sí lo hacen los fertilizantes.
Los fertilizantes, denominados de forma menos específica abonos, son sustancias orgánicas o inorgánicas que se utilizan para conservar o aumentar el contenido de nutrientes que son capaces de asimilar las plantas para su crecimiento, así como para mejorar la calidad nutricional del sustrato. Se puede distinguir entre abonos simples (fosfatos, nitrogenados o potasas) y abonos compuestos (nitrato de potasio o fosfato diamónico). En España, el uso de fertilizantes está regulado bajo el marco legal del Real Decreto 506/2013, de 28 de junio, sobre productos fertilizantes, aunque rige también la legislación europea bajo el Reglamento (CE) n.º 2003/2003 del Parlamento Europeo y del Consejo de 13 de octubre de 2003, relativo a los abonos.
Los efectos positivos de los productos fitosanitarios se deben, de forma principal, a los cambios en el metabolismo de los cultivos, la señalización hormonal y la resistencia al estrés abiótico, que se puede definir como el impacto negativo al que dan lugar aquellos factores no vivos en los organismos vivos, dentro de un entorno específico.
Autorización del uso de productos fitosanitarios por parte de organismos oficiales
Aunque los productos fitosanitarios acrecientan los rendimientos de los cultivos agrícolas y contribuyen a garantizar la calidad de los alimentos, su uso puede conllevar efectos desfavorables tanto en la propia producción de alimentos como en algunos riesgos para la salud de los seres humanos, animales y el medio ambiente. El marco regulador europeo establece, mediante la Directiva 2009/128/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 21 de octubre de 2009, un marco de actuación conjunta en todos los países que integran la Unión Europea (UE) para exigir el empleo sostenible de plaguicidas.
El organismo encargado de velar por la solución de problemas o incidencias debidas a fallos en la seguridad alimentaria en los estados miembros de la UE es la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (European Food Safety Authority – EFSA) operativa desde el año 2002. Se encarga, también, de facilitar métodos científicos de alerta para la detección de alarmas y evaluación de riesgos.
Por otra parte, el Reglamento (CE) n o 1107/2009 del Parlamento Europeo y del Consejo de 21 de octubre de 2009 relativo a la comercialización de productos fitosanitarios, asegura una protección elevada de la salud, tanto de la humana, como de la animal y la del medio ambiente. Al mismo tiempo, resguarda las tasas de competitividad que presenta la agricultura de los países integrantes del acuerdo entre países. Estas normativas se sustancian en la obtención de certificado fitosanitario que se obtiene tras el seguimiento de un procedimiento y el cumplimiento de los requisitos necesarios para la aprobación comunitaria de sustancias activas, protectoras y sinergistas.
El Reglamento (CE) nº 1107/2009 indica que sólo tras la correspondiente evaluación de los riesgos oportunos puede obtenerse la autorización para la comercialización de productos fitosanitarios. Los estados que forman parte de la UE comparten los mismos sistemas de pruebas y regulación para que los productos fitosanitarios lleguen al mercado, al igual que se autorizan de forma conjunta y comunitaria las sustancias activas que integran los plaguicidas.
La regulación de los límites máximos de residuos (LMR)
En cuanto a los Límites Máximos de Residuos (LMR) que en los alimentos y piensos se pueden encontrar de plaguicidas, rigen las normas establecidas de manera conjunta por los países de la UE. En concreto, el marco legal queda establecido por el Reglamento (CE) n° 396/2005 del Parlamento Europeo y del Consejo de 23 de febrero de 2005. Esta normativa modifica la Directiva 91/414/CEE del Consejo. Tanto la comercialización como el uso de un producto fitosanitario dentro del territorio nacional deben haber sido anteriormente autorizados, además de inscritos en el Registro Oficial de Productos Fitosanitarios de la Dirección General de Sanidad de la Producción Agraria.
La metodología de análisis del riesgo que se establece por parte de un estado miembro de la UE para realizar un informe de evaluación de los LMR de los productos fitosanitarios está basada en cuatro ámbitos: identificación del factor de peligro; caracterización del factor de peligro; determinación de la exposición y caracterización del riesgo.
Desarrollo de productos fitosanitarios para un rendimiento óptimo
El desarrollo de productos fitosanitarios de la máxima calidad permite obtener rendimientos óptimos en cuanto a la nutrición y la salud de la agricultura. Probelte opera desde 1970 como un referente del sector, ofreciendo productos que incrementen tanto calidad como la cantidad de los alimentos que se cultivan. Como grupo multinacional privado e independiente, Probelte contribuye al desarrollo y la mejora de una agricultura mundial en constante equilibrio y respeto con el medio ambiente.
La investigación y la tecnología son los dos pilares sobre los que se sustenta la producción de productos fitosanitarios que son capaces tanto de mejorar la calidad de los alimentos y, por lo tanto, la calidad de vida de los consumidores, como de favorecer la producción y exportación de estos alimentos hacia otros países de destino.