Cómo mejorar el sabor del tomate

El tomate es, como seguramente ya sabréis, la fruta más consumida del mundo. Si no conocíais este curioso dato, os recomiendo leeros uno de nuestros posts anteriores, en el que hacíamos una clasificación de las 5 frutas más apreciadas en el planeta.

Que tenga esta popularidad no es ninguna sorpresa, ya que sus propiedades organolépticas son, para la gran mayoría, muy agradables. Además, es un ingrediente que combina perfectamente con multitud de recetas, ya sea en crudo o cocinado. Esto es así, en buena medida, debido a la existencia de una gran cantidad de cultivares, cada uno con un sabor, olor, textura y color distintos.

Sin embargo, existen factores ambientales que pueden influir en el sabor del tomate. En este artículo vamos a dar una serie de claves para conseguir cosechas sabrosas a la par que nutritivas, sin que por ello la producción se resienta.

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¿Qué es lo que realmente le da sabor al tomate?

En el tomate, como en cualquier producto natural, existen cientos de compuestos bioquímicos que forman parte de las células del mismo. Al ser un fruto, y portar las semillas, se produce además una acumulación extra de nutrientes que no se da en ninguna otra parte de la planta, todos ellos destinados a aumentar la probabilidad de que las semillas sean dispersadas y tengan la mayor tasa de germinación posible.

Algunos estudios han demostrado que, de entre todos esos compuestos químicos, los que más influyen en el sabor del tomate son los compuestos volátiles, los ácidos orgánicos y los azúcares, siendo importantes tanto su cantidad como su calidad.

¿Qué factores puedo yo controlar para mejorar el sabor del tomate?

El primer factor y, probablemente uno de los más importantes, es la variedad. Elegir una variedad acorde al uso que le queremos dar al tomate, así como adecuada a las condiciones climáticas de nuestra zona, será clave para que la cosecha sea de nuestro agrado. 

Las variedades comerciales más comunes tienen sus pros y sus contras. En el lado positivo tenemos que son bastante productivas, muchas veces genéticamente resistentes a ciertas plagas y enfermedades, y que pueden ser más tolerantes al estrés ambiental. Sin embargo, algunos de los genes que les dan esas fantásticas propiedades pueden hacer que se resienta el sabor del fruto que producen, sobre todo si están diseñadas para madurar de forma tardía (esto se hace para que la cosecha aguante mejor el transporte), ya que la maduración es un proceso de los más determinantes a la hora de que el tomate se vuelva rico en azúcares, vitaminas y otros compuestos nutricionales importantes.

Otro factor importante en el sabor del tomate es el suelo, que actúa como reservorio de agua y nutrientes para la planta. En general, suelos ricos en materia orgánica, y bien hidratados darán lugar a cosechas con mejor sabor. Hay que tener cuidado, sin embargo, con los excesos; ya que los riegos demasiado abundantes y los fertilizantes con grandes cantidades de nitrógeno pueden jugar en nuestra contra.

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La solución es aportar nutrientes mediante un fertilizante completo y equilibrado como Sinergiprón Complex, cuya composición se basa en ácidos húmicos y fúlvicos, así como un conjunto de micronutrientes esenciales quelatados que permitirán su fácil absorción por parte del sistema radicular de la planta.

Los componentes principales de Sinergiprón Complex se encuentran de forma común en los suelos muy fértiles, formándose en la capa edáfica superior debido a los procesos naturales de descomposición de la materia orgánica, y son imprescindibles para que el sustrato recupere los nutrientes que los vegetales van absorbiendo conforme van creciendo y que resultan imprescindibles para su adecuado desarrollo.

Entre sus propiedades destaca la mejora de la estructura del suelo, el aumento de la superficie radicular de la planta y la facilitación de la absorción de varios macro y micronutrientes, lo que lo convierte en el fertilizante idóneo para mejorar el sabor de los tomates de nuestros huertos y cultivos.

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